martes, 28 de diciembre de 2010

La historia de Mina


La verdad es que la forma de morir que tienen los vampiros había trastocado mi idea de vampiro = ser mágico, más bien ahora pensaba, vampiro = ser que se puede matar con la naturaleza más primaria por lo tanto no podían ser seres muy bondadosos que digamos. Y para colmo, yo no llegaba ni a ser vampira completamente, estaba completamente segura de que no había soñado con ver el sol. Su luz había rodeado mi piel casi desnuda, solo la tapaba unas toallas. Mis brazos habían sentido el dulce calor del sol. Y según mi amado ya debería estar muerta o ardiendo como mínimo. Y ahí estaba yo con mi nuevo traje (robado) contemplando como William se miraba en el espejo, mientras se arreglaba el pelo. Era tan… era… era la perfección de la palabra perfección. No cabía adjetivo que lo pudiese definir correctamente. Volví a fijar mi mirada en el espejo y me sorprendía verme tan linda, no llevaba nada de maquillaje y mi piel tenía el tono adecuado para las mujeres de la época. Decidí pintarme los labios, aunque no sabía con que iba a hacerlo, no tenía nada, bueno sí en el vestido blanco llevaba algo de maquillaje, había una barra de pintura roja carmesí en uno de los bolsillos.

Me puse al lado de William mientras que él en silencio seguía retocándose el pelo, la camisa y el chaleco. Era un ángel.

Me mire en el espejo y me dispuse a pintarme los labios. William me agarro la mano violentamente y me detuvo en seco. Me dolió el manotazo, y aún agarraba mi muñeca con fuerza. Poco a poco fue quitando fuerza a su impulso.

-Lo siento Mina.

-No… pasa nada.

-Es que pienso que eres realmente bella, no tienes que adornarte. Tu belleza sorprende sin accesorios.

-Gracias.

-¿Y seguro que no quieres llamar la atención de otros hombres? ¿Verdad?

-No yo no deseo tal cosa.

-Pues listo, vamos, pongámonos en marcha, recojamos tus libros, y saludemos a tu criada.

-Se llama Liana y no es una simple criada es mi amiga.

-Bueno pues vamos a ver a tu amiga, y comprobaremos su lealtad hacia ti, haremos que entienda nuestro amor y que decida si puede guardar tu secreto o…

-¿O que?

-Si no nos guarda la confidencia, me pondría en peligro en este pueblo, bueno estaríamos en peligro los dos.

-¿Por qué?

-Porque sí.

Bueno si William lo decía tendría que creerlo, pero o si Liana no me creía ¿William … le borraría la mente?

-¿Le borraras sus recuerdos si no es fiel conmigo?

-Bueno… será mi primera opción pero te advierto que nuestro poder no funciona demasiado bien con las brujas.

-¿Cómo que no?

-Las brujas tienen algo mágico, en su ser, algo parecido a nosotros, y… nuestros poderes no son 100% efectivos en ellas.

-Bueno pero Liana no es bruja.


-Si lo es. Desciende de árabes y africanos. Es una mezcla algo explosiva sin tener en cuenta que también puedo oler las raíces rumanas en su sangre. Bruja, hechicera, tu criada puede ser lo que se proponga, sólo que aún no lo sabe.

-Liana una hechicera. Eso es muy interesante.

-Bueno. Podría serlo, no te digo lo contrario.

Mi amado y yo nos pusimos en marcha. Salimos de la posada. Recorriendo la ciudad me sentía dueña de ella. Sabía que era capaz de someter a los humanos a mi voluntad. Podía hacer lo que quisiese, mi niña traviesa empezaba a aflorar.

Todos los ciudadanos de aquella ciudad me contemplaban atónitos. Como si no me hubiesen visto nunca, y algunos buscaban en mi rostro la cara de alguien conocido con incredulidad. Se sentían fascinados por mi belleza. Pude leer algunos pensamientos que flotaban en el aire. Empecé a sonrojarme escuchando como los hombres me deseaban y las mujeres sentían envidia de mí.

William caminaba erguido, ahora no me parecía tan fornido como la primera vez que lo vi. Yo no desentonaba a su lado.

Llegamos a los alrededores de la finca de mi casa, todas las luces estaban encendidas, había alboroto dentro.

-No te acerques demasiado Mina, primero debemos observar. Hay que entender la situación antes de realizar cualquier acto, pensar andes de actuar.

Empezaba a cansarme de las indicaciones de William, el me trataba como si fuese una alumna, se supone que era su prometida. No era una simple pupila.

Mire a mi casa, como antes no la había mirado. Mis ojos se percataban de detalles sobrehumanos, en el jardín a oscuras podía escuchar el mínimo sonido de los animalitos, escuchaba hasta el caer de las gotas del rocío de las hojas de las plantas. Incluso escuchaba si me concentraba en ellos el andar de las hormigas. Me resultaba muy divertido.


Ya contemplando mejor mi casa, un caserío bastante grande, (para muchos era como una mansión), tenía una entrada con una gran puerta de madera oscura a la que se accedía mediante una gran escalera de mármol. La casa tenía tres plantas. En la primera estaban el salón, la cocina, varias salas de recreo, varios cuartos de aseo y la habitación donde dormía la familia de Liana, ella y sus padres. Arriba estaban la gran biblioteca familiar y las habitaciones de mis hermanos y de mis padres. Como yo era la más pequeña de la familia, mi habitación era la que se encontraba en la buhardilla, me tenía que conformar.

En el salón se encontraban mis padres y algunos de mis hermanos. Mi madre estaba sentada en el sofá con un rosario entre sus dedos. Lloraba desconsoladamente. Por un momento no sabía porque. El porque era muy sencillo. Su hija menor la que más quebraderos de cabeza le había dado, llevaba dos días desaparecida. Me invadió una emoción enorme de tristeza mezclada con culpabilidad. Para los ojos de mis padres yo sólo tenía 19 años y era una niña, su niña pequeña. Y ahora su hija estaba en peligro. Tenia y debía hacerle saber, no solo a Liana, sino a todos los que me querían, a todos por los que no me sentía comprendida, pero que tanto me querían y tan mal lo estaban pasando, que estaba bien, que estaba mejor que nunca, que había conseguido encontrar al amor de mi vida, que me iría bien. Decidí entrar en la casa. Y me dispuse a hacerlo.

-No Mina. No.

-William, mi amor debo hacerlo, quiero hacerlo, lo haré sola si tu no me acompañas.

-¿Y que les vas a decir?

-Pues la verdad.

-¿La verdad? Mina ¿te has vuelto loca?

-La verdad, omitiendo cosas Will.

-¿Cómo me has llamado?

-William.

-No has dicho Will. Me gusta ese nombre. Denota que ya tienes más confianza conmigo.

-Bueno Will, voy a entrar, no puedo hacer sufrir ni un momento más a mi madre.

-Vamos mi amada. Digamos la verdad.

Corrí escaleras arriba, con destreza y agilidad inhumanas. Abrí la puerta y empecé a gritar. Madre, padre…

Mi madre levantó su cabeza rápidamente con lágrimas en los ojos.

-Mina ¡Dios Santísimo! Estas aquí.

-Si madre. Lo siento.

-Mina, mi niña. Mi vida. (Y me abrazó calidamente)

-Madre lo siento muchísimo.

Mi padre se unió al abrazo, y dos segundos después lo hicieron mis hermanos.

-¿Dónde esta Liana, madre?

- En su habitación, no sale de ella, no ha comido en dos días.

Corrí hacia la habitación de Liana. Mientras corría el olor típico de mi casa me gustaba, lo había echado de menos, no sabía que un olor se podía echar de menos. Pegue en la puerta.

- ¿Si?

-Liana.

-¿Mina?

-Si, abre corre, tengo que verte, te he echado de menos muchísimo, Liana tengo tantas cosas que contarte.

-Lo se. Mina.

-Abre quiero abrazarte.

Y abrió la puerta pero su reacción no fue abrazarme sino que parecía estar a la defensiva.

-Mina ¿te encuentras bien? ¿Qué es lo que te han hecho?, Dios mío ¿Por qué te has dejado hacer eso? Prefería verte muerta que en este estado.

-Pero Liana, ¿Qué dices? No me creo tus palabras.

-Mina, no le digas nada a tus padres de lo que te ha sucedido, Dios mío puedo oler tu naturaleza a kilómetros.

-Muy bien, así me ahorro explicarte lo más desagradable.

-Mina supongo que lo que te ha sucedido hasta ahora no es lo más desagradable que te aguarda.

Desde el salón se escuchaban voces. Y a mi padre parecía que le iba a dar un infarto.

-Vamos con todos Liana, más tarde si quieres te cuento.

-Madre, padre. Quiero presentaros a mi prometido, él es la razón por la que me he ausentado estos dos días. Veréis que es compresible, nuestro amor es tan profundo y sincero. Os encantará.

Mire la entrada de mi casa, pero no había nadie. Ande hasta la puerta y me asomé para sorprenderme. En la puerta no estaba William. No había nadie.

-¡William!

Y el silencio fue mi respuesta.

Volví dentro con mis padres, y Liana.

-Mina ¿dónde está? Pregunto mi madre.

-No… no… no lo sé madre. Venia detrás de mí. No entiendo.

-Mina ¡otra vez fantaseando! Esto no es un libro, (mi padre empezaba a elevar el tono de su voz hasta llegar a gritar) Esto es la realidad, ¡por poco matas a tu madre de pena!

-Lo siento padre.

-¿Quién te has creído que eres para desaparecer?

-Lo siento, no lo pensé muy bien.

-No eres nadie Mina, nos has faltado el respeto, no saldrás de tu cuarto en meses, y no veras a Liana. No vas hacer nada, y nunca más volverás a leer. ¡Son los libros los que te han llenado la cabeza de estupideces!

-Padre no llevas razón, discúlpame si no he sido todo lo correcta que una hija debe ser. He conocido a un hombre, a un buen hombre.

-¿Tiene dinero y tierras? Pregunto mi hermana.

-Sí. William Morryson III. Ese es su nombre. Nos prometimos ayer.

-Mina dime una cosa. No es lo lógico que ese tal William estuviera aquí contigo, acompañándote y dando las pertinentes explicaciones. (dijo Liana)

-Bueno es un poco reservado.

-Liana para, no puede entrar en razón creo que mi niña se ha vuelto loca, tiene mala cara, está demasiado blanca. Es mejor que dejemos que se retire a su dormitorio. (dijo mi madre)

-¡No!

-No de eso nada, no puede desaparecer tanto tiempo e ir a descansar, como tu padre te ordeno que me digas la verdad. No inventes cosas.

-William… es la verdad, es mi prometido. Y nos vamos a casar.

Ese era el momento para que William entrase por la puerta como un caballero, pero no aparecía, me había dejado sol, explicándole lo inexplicable a mi familia. Y lo peor era que mi familia me quería retener en mi casa, sin verle a él. No podía contemplar esa idea, tenia que salir a buscarle. A lo mejor le había pasado algo malo. Quizás se había vuelto a recoger algunos presentes para mi familia, pero ¿Por qué tardaba tanto?

-Mina, como tu padre, te ordeno que te retires a tu habitación, te quites ese vestido, y no me repliques.

-No.

-¿Cómo?

-Que no. Debo buscar a William. Seguro que le ha pasado algo.

-¿Cómo es William?, pregunto mi hermana.

-Es un caballero, como los que ya no quedan. Es espectacular, Os va a encantar. Igual que yo me enamorado de él. Vosotros lo haréis.

-¡Ya! Pero Mina querida, para eso no tendríamos que conocerle. Y no es el caso, porque tu hombre parece ser el hombre invisible.

De repente lo comprendí, William no quería ser visto por mi familia, no quería que mi familia le acusara de matarme y convertirme en un ser sobrenatural.

-Madre, quiero que me comprendas, he de marcharme.

-Hija, no te entiendo. No vas a ir a ninguna parte, es tarde, mañana saldrás a buscar a ese caballero, preguntaremos en el pueblo, todos te ayudaremos, no te preocupes.

-Lo siento.

Abandone la casa, lo hice velozmente, nadie pudo alcanzarme. Andaba muy deprisa. Empecé a llorar. ¿Porqué William no había se había presentado a mi familia? No entendía nada, no quería que le culpasen. Nadie iba a saber nada, solo Liana, ella me dijo que sabía lo que era, y que me esperaban cosas desagradables.

Tenía hambre, y estaba sola, andando por las afueras del pueblo, quería comer. Para alimentarme tenía que hipnotizar a un humano y beber un poco de sangre. Ese era mi único sustento.

Contemple dos chicos jóvenes de diecisiete o dieciocho años, jugaban junto al rió, los observe como William me explico, parecían ser inofensivos, no había nadie alrededor, Salí de entre unos árboles y me deje ver.


-Hola.

-Hola, chica.

-Chica, ¿no hablas?, ¿te pasa algo?, ¿te has perdido?, es tarde para que vayas tu sola por ahí.

-No me he perdido, os buscaba a vosotros. A decir verdad, solo te buscaba a ti.

Señale al más fornido de los dos.

-¿Ah, si?

-Sí. Puedes ayudarme.

Los chicos se miraron y rieron.

-Pues claro, ¿que quieres?

-Ven, tienes que venir.

El chico se acerco a mí.

-Demos un paseo.

Me lleve al chico lo más lejos del otro que pude sin darle ninguna explicación. El chico creía que yo era una desvalida chica perdida. Y que era muy guapa, pensaba besarme cuando yo menos lo esperase.

Me introduje dentro de su mente, como lo había hecho con la chica de la noche anterior.

El chico era un poco simple, solo pensaba en complacer todos los deseos de su padre y ser el mejor labrador del pueblo, era de familia humilde, se dedicaban al campo, el amigo que le acompañaba lo conocía desde siempre, era un vecino, pensaba darle envidia porque yo lo había elegido a él. Le ordene que se estuviera quieto. Me obedeció.

Mordí la carne de su mano, y succione la sangre que afloraba, estaba suculenta, su sabor era a metal combinado con fruta y un toque de especias. No podía parar de beber estaba en éxtasis.

-Mina, para. Lo mataras si sigues.

Deje al muchacho casi inconsciente, me incorpore y mire a William detrás de mí.

-William, ¿Dónde estabas mi amor?

-Estaba mirando como actúas, después de ver tu lealtad hacia mi, se en lo más profundo de mi ser que tu eres mi compañera, no te ha importado dejar tu familia por mi. Te amo.

-Will,… ayúdame. No puedo estar sin ti. Me sentí morir cuando pensé que no te tenia a mi lado, creía que te había pasado algo, no pensaba que me estabas poniendo a prueba.

-Lo siento mi amada, pero lo tenía que hacer.

-Te entiendo.

Sin más no le di importancia a que no me acompañase, a ver a mi familia. De todas formas ellos no entendían nada de mi ser. No entendían que quisiera ser libre, aun siendo mujer en el tiempo que corría. No entendía que quisiera aprender de todo lo posible. Decían que era feo que una mujer supiera más que su futuro marido. Esperaba que William si me entendiese.

-¡Eh! Muchacho.

-Te has caído y cortado en la mano, corre con tu amigo y cuéntale que la chica era un ángel que te ha aconsejado, trabajar y estudiar para ayudar a tu familia, y es lo que los dos haréis, ¿me has entendido?
El muchacho asintió, y yo me sentí muy orgullosa del hombre que era mi futuro marido.


Nos encontrábamos en la ciudad. La gente sentía envidia de la perfecta pareja que formábamos.

-William ¿has comido?

-Si Mina, no te preocupes por mí, ya mismo amanecerá, tenemos que marcharnos.

En la habitación de la posada William me beso y luego me empujo hacia la cama. Yo lo miraba como jamás había mirado a nadie, me gustaba todo de él. Había ayudado al chico del que me había alimentado. Era el ser más bueno que había conocido jamás. Todo el mal recuerdo del carmín y mi familia había desaparecido. Lo había compensado con creces, lo amaba tanto. Deseaba que volviese a besarme y lo agarre con fuerza, acercándolo a mi.

-Mina, recuerda, tienes más fuerza que yo, no me hagas daño. Todavía no podemos dejarnos llevar por tanta pasión, tienes que controlarte.

-Lo siento Will.

Nos volvimos dos en uno cuando nuestros labios se encontraron. Notaba todo su cálido cuerpo en mí. Nos metimos en la cama besándonos y amándonos, aun quedaban un par de horas hasta el amanecer…

Como un pájaro sin libertad esta mi alma sin ti, reúnete conmigo, despliega tus alas en mi, solo tu eres mi destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario