domingo, 14 de marzo de 2010

La historia de Mina

Me desperté de nuevo de un sobresalto, esta vez si tome aire, era cierto que aquello era magia, William seguía durmiendo o muerto más bien, porque no se movía ni un ápice.

Me puse en pie y mire hacia el exterior por la ventana estaba atardeciendo, había sol todavía y me agache de manera automática. Pero no me había hecho daño y ya lo había mirado. Me puse en pie lentamente y con miedo, me asome un poco por la cornisa y el sol me apunto en los ojos, no me quemaba, no me hacía daño, no entendía nada y empezaba a preocuparme, ¿habría algo mal en mí? William todavía estaba durmiendo y yo no, además yo podía ver el sol. No era una vampiresa normal. Empecé a estar muy intranquila, me invadía un desasosiego enorme, estaba muy nerviosa, no paraba de andar en círculos por la habitación. Parecía un tigre enjaulado. Habían transcurrido horas o siglos, de lo lento que me pasaba el tiempo. Pensé en acostarme de nuevo, pero no quería. Tenía miedo. Pasaron un par de horas. Yo seguía sola. William seguía sin moverse. Decidí bajar a recepción a preguntar. ¿Pero que iba a preguntar? “hola, alguien sabe por que mi prometido, que es un vampiro, ¿no se despierta? O ¿alguien me puede decir cuanto tiempo duerme un vampiro de doscientos años? ¡Era absurdo!

-Mina ¿Qué haces?

-Por el amor de Dios, William (grite), dios mío, gracias a Dios. Mi amor.

-¿Qué ha pasado?, ¿Ha venido alguien?, ¿Qué te sucede?, ¿Por qué lloras?

-William, llevo despierta horas, he visto el atardecer y el sol me ha tocado la piel, no he muerto, y tú no despertabas, estaba sola, asustada, confundida y tú no despertabas.

-Se me olvido decirte que estoy un poco débil.

-¡Un poco débil! (volví a gritar)

-No grites mi amor, no suelo montar escándalos y lo van a tomar como que pasa algo malo. Si, estoy un poco débil, porque perdí sangre cuando te transforme, cada vez que pasa eso, nuestro cuerpo necesita dormir más y somos un poco más frágiles, pero no es para tanto, pobre dulce Mina, preocupándote por mí. Siento haberte asustado.

-Mi William, deberías de habérmelo dicho, no lo hubiese pasado tan mal.

-Lo siento mi amor.

-No te preocupes y perdóname tú a mí, por ponerme así. Parezco una niña pequeña consentida.

William comenzó a vestirse. Y yo hice lo mismo, me saque las toallas que envolvían mi cuerpo y me puse mi vestido nuevo.

-Estás preciosa mi dulce Mina.

-Muchas gracias. William ¿dónde vamos?

-¿Dónde te apetece ir mi amor?

-No sé, donde tu quieras.

Deseaba contarle a Liana lo que me había pasado. Pero me daba vergüenza confesárselo a William.

-¿No deseas recoger tus pertenencias? Apuesto a que quieres tener tus libros contigo. Además estoy seguro de que quieres ver a tu familia y sobre todo a Liana, esa criada tuya con la que tanto de hablabas de brujería.

-¿Cómo sabes eso?

-Ya te dije que teníamos poderes.

De pronto me asuste porque pensé que William era capaz de leerme la mente, y me avergoncé de que descubriera los ardientes pensamientos que tenia en la cabeza de él. Antes de equivocarme, preferí hacerme la ingenua y preguntar. Un truco que no fallaba nunca cuando querías información sobre algo peliagudo.

-Ah, poderes claro. ¿Qué clases de poderes?

-No te hagas la tonta conmigo, Mina. Seguro que ya los has descubierto.

-No. Te aseguro que no he descubierto ningún poder en mí.

-Pues los descubrirás esta noche, al menos alguno de ellos. Otros tendrás que descubrirlos por ti sola, cada vampiro tiene un don especial y tu debes tener el tuyo. Cuando te espiaba, agudizaba mi oído para poder escuchar tus conversaciones.

Era como si me hubiesen quietado quinientos kilos de encima, no podía leer la mente, sólo podía escucharlo ¡todo! Mis conversaciones más íntimas con Liana quedaban al descubierto, y mis absurdas discusiones con mi madre, hasta los secretos que le confesaba a Liana los debía de saber. Aquello era menos malo que William hubiese andado por mi mente, pero que pudiera escuchar hasta el más ínfimo sonido también me parecía inquietante.

-¿Ese es tu poder especial?

-No. Mi poder… ya lo descubrirás. No te preocupes, ahora te llevare a tu antiguo hogar y tendrás que obedecerme.

-¡William! (volví a gritar)

-Mina…

-Si, si, que no grite, se me ha olvidado decirte un detalle tremendamente importante.

Recapitule el tiempo que llevaba despierta y recordé el sol, los tenues rayos de sol rozaron mi piel y no me había hecho ningún daño. Pensándolo mejor antes de preguntarle nada a mi William, debería comprobar si era normal, o si por el contrario, algo en mi transformación había ido mal y yo no era una vampira normal.

Me quite de la cabeza la posibilidad de ser un engendro de la naturaleza. Yo debía ser normal, el hecho de que el sol no afectase sería porque aquello también era una leyenda. Como lo de las cruces, los espejos, etc.


-Siendo vampiro, el sol…

-¿Qué sucede? ¿Te has hecho daño? ¿Acaso te has levantado antes de que oscureciera? Eso no es posible, menos para un vampiro tan joven como tú.

Al escuchar su reacción decidí tomar el silencio por respuesta. Era cierto que yo era un engendro.

-Mina, si por casualidad te despertaras y no hubiese oscurecido del todo, debes quedarte en las sombras. Sólo hay tres cosas que puedan acabar con nuestra vida, las quemaduras del endiablado sol, el fuego, y la madera.

-Aire, agua, tierra, Fuego.

-No son los cuatro elementos, no divagues por esos senderos, los elementos primarios del ecosistema no nos hacen daño, ya te dije que no somos seres diabólicos, somos seres diferentes, sólo que nuestros instintos están más a flor de piel. Podemos tocar el fuego como lo hace un humano, podemos respirar, pero no nos es necesario, oxigenar el cuerpo es conveniente cuando un vampiro tiene longeva edad. La madera no es el elemento más básico de la tierra. Y agua podemos beber, nuestro cuerpo la acepta, y con mucho agradecimiento, tu alma, aunque distinta de cuando eras humana, sigue habitando en un cuerpo humano. Tu cuerpo es 70% agua por lo tanto el agua es necesaria.

-¿Tanto como la sangre?

-Uff… demasiadas cuestiones y es tan temprano.

Me reí. Eran como las ocho de la tarde, si esa frase me la hubiera escuchado mi madre, seguro que me hubiese llevado una buena regañina.

-William, no te preocupes. ¿No es cierto que nos queda la eternidad juntos?

-Si. Eso espero con todas mis fuerzas.

-Pues hay tiempo de sobra para que me lo expliques detalladamente.

2 comentarios:

  1. Es Genial!
    Amo esta Historia :D

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  2. No me puedo creer que hayas leido mi mini cuenteo y te guste, eso me hace tener mas gans de continuar! muchas gracias!

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